Resumen:
Este trabajo es un acercamiento a las músicas, las y los músicos de las comunidades indígenas del Cauca, que se han manifestado desde el nacimiento del CRIC, especialmente las canciones cantadas, cantos con letras, y que llevan un mensaje de resistencia. La lucha de los pueblos originarios ya venía siendo acompañada de las flautas y tambores, esta resistencia sonora había iniciado siglos atrás, sin embargo, en el siglo XX acceden a otras expresiones musicales que surgen en el país, llegan a los territorios por medio de la radio, las bandas que se presentan en la ciudad de Popayán en eventos institucionales, los altavoces que retumban en los techos de las galerías, los concursos y encuentros que hacen de la música “nacional” y otras, estos sonidos y letras son acogidos en los territorios y acoplados a sus usos y costumbres para amenizar sus festejos, ceremonias y fiestas comunitarias, es uno de los intentos por desafiar un orden establecido, el cual les plantea una música que bailan y escuchan en los grandes salones de las casas de hacendados para demostrar su poder, en tiempos donde el grupo musical en vivo es fundamental para resolver dinámicas sociales y ajustar las comunidades a las condiciones sociales, económicas y culturales dominantes. Cantos con narrativas de una patria soñada pero sin los pueblos originarios.
En las comunidades, los terrajeros cansados de solo dedicar su vida al trabajo para los terratenientes, perciben en la música un camino para aliviar la carga de la opresión a la que están sometidos, pero no hay opciones que les permita desarrollar un aprendizaje adecuado y aún más complejo, no tienen instrumentos ni quién les enseñe. Los instrumentos musicales que el sistema dominante ha dejado a su paso, son acogidos, a parte de las flautas y tambores, en un principio buscan la forma de aprender a ejecutar la guitarra, el requinto, el tiple, la bandola y se encuentran más adelante finalizando el siglo XX con el charango, la quena, las zampoñas y demás instrumentos andinos, los ejecutan a su manera y les dan su propio sonido y ritmo, después de un tiempo de hacer canciones que se establecen para modelar una forma de vida y que continuarán sonando y siendo escuchadas en las comunidades, deciden crear sus propias letras, ajustadas a sus contextos, a sus realidades, es una necesidad que les permite irse descolonizando.
Esta iniciativa de comuneros músicos empíricos, es acogida por el sistema de educación propio del movimiento indígena, no como un programa organizado pero sí como una propuesta para animar los espacios de formación, encuentros culturales, asambleas entre otras, más adelante las y los jóvenes se apropian de ritmos y canciones y esto motiva a las instituciones para implementar como herramienta de organización política, pues a través de las letras de estos cantos las comunidades toman conciencia de sus vidas y después de un camino de tensiones emergen los cantos de resistencia, que hoy son interpretados por ellos mismos en sus prácticas político-organizativas. No son cantos impuestos de afuera, sino creados de adentro a su propio ritmo. Lo propio entendido como aquello que las comunidades indígenas aprenden desde adentro y desde afuera, desarrollan, transforman y los transforma.