Qué me mueve a moverme danzando?

Abstract

Desde la imagen que vi, pasaron algunos años antes de plantearme con decisión qué estudiar alrededor de la danza, como a veces pasa, sucedió cuando se rompió un tanto la comodidad que traía, nada escabroso, simplemente un mal día en el que sentí la necesidad de otros horizontes, si quería seguir moviéndome con la danza. Con ese interés asistí a un congreso de investigación en danza organizado por la Universidad Tadeo Lozano en Bogotá, y resultó que varios de los trabajos expuestos provenían de indagaciones desde la antropología. Esto, sumado a mis ganas de quedarme en Popayán para seguir ensayando con quien venía ensayando, hizo que decidiera postularme a la maestría en antropología en la Universidad del Cauca. Para ingresar, planteé una pregunta sobre los movimientos cotidianos en una comunidad determinada. En retrospectiva, me sigue pareciendo una interesante idea, nada más que ni era el momento de ella para ser conmigo, ni estaba preparada para defenderla públicamente. La clase de investigación era el espacio para referirse a estos planteamientos, el mío llegó a ser tan confuso que parecía un deseo justificado por algún lapsus de ausente inspiración en la danza. Jenifer Ipia fue una de mis compañeras de clase, una chica de cabello largo e iluminaciones, ojos casi siempre delineados, enfundada en jeans y con calaveras como parte de su atuendo, ya fuese en joyería o en los grabados de su ropa. Me pareció una mujer bella, extraña, moderna, urbana y hablando en nasayuwe, ya se imaginará una que otra mujer en el espejo la impresión que me causó. También la recuerdo con tono de seriedad en sus intervenciones, solía decir algo parecido a… hacer las cosas de corazón… me parecía una mujer enamorada de su vida de antropóloga entre nasas, de quienes al escucharla hablar, uno sentía que se refería a una familia, con quien iba haciendo camino.