Resumen:
Pocas veces somos conscientes de lo mucho que se expresa desde el movimiento de nuestros cuerpos, algunos caminan por la vida con la mirada clavada al piso, otros van por las calles casi gritando con su cuerpo lo bien que fluye el día y otros posan como jugador de póker sin gesto como entes sin alma; por más silencio que guardan las bocas la expresión corporal estará atenta a delatar nuestro sentir, lo que nos hace tremendamente humanos y delicadamente sensibles.
La observación constante del ser humano ha permitido que trabajos como este que a continuación presento tengan impresa la ilusión de que un día no muy lejano seamos conscientes de la profundidad del sentir del otro, de la importancia de su risa y la tristeza de su llanto, un día en que las palabras no sean la principal fuente de información y en el que el movimiento del cuerpo nos acerque al otro, en que fundirse en un abrazo nos permita identificarnos como iguales y que la danza constante de nuestro cuerpo sea la expresión inequívoca de la humanidad.
De forma satisfactoria comparto con ustedes las vivencias, los desencantos, los descubrimientos, el análisis y sobretodo la experiencia de haber compartido con un grupo de niños que a diario conviven en un aula de clase, niños simples, niños que juegan, que gritan, que pelean y que vuelven a ser amigos, niños con una historia propia diferente y a la vez repetitiva en cada uno, niños con cuerpos en movimiento y con necesidad de expresar su emoción, niños que aprenden y desaprenden en la escuela y por último niños que se identifican con su compañero y desde el movimiento permitido por la danza libre crean lazos de confianza que fortalecen la convivencia y la tolerancia en su entorno escolar.