Resumen:
Es bien sabido que la mayoría de los habitantes de Colombia no disponen de agua
potable para beber, para su higiene y para regar sus campos. Si hubiera un solo
síntoma que, por dramático y cruel, pudiera presentarse como única expresión
penosa de la pobreza y de la marginación de la mayoría de la población, ese sería
el de falta de acceso a la necesidad más primaria, más elemental y más
inaplazable: disponer de agua limpia.
Al mismo tiempo, es bien sabido así mismo, que nuestra patria es uno de los
países más intensamente irrigados y cubiertos de agua dulce, en relación con su
superficie y en relación con su población. Ni siquiera la forma indiscriminada con
que estamos talando los bosques y como así estamos cegando las fuentes
naturales de aguas, ha logrado quitarnos, felizmente, la condición de país rico en
agua.
Curiosamente, el problema de la falta de acueductos públicos abundantes y
sanos, no es un problema de grandes dimensiones económicas o fiscales. Lo que
más se necesita es la voluntad de los gobernantes y tecnologías apropiadas. Y la
formulación de tecnologías apropiadas es una tarea que los ingenieros civiles
están llamados a abordar y a divulgar extensamente con el propósito de
suministrar agua pura a todos los hombres mujeres y niños colombianos.