Resumen:
La educación nos permite transportar nuestros pensamientos a otros medios y relacionarnos entre sí para una mayor y mejor comunicación, ya que por naturaleza somos seres sociales, expresivos y comunicativos. Sabemos que hay distintas maneras de comunicarnos, la risa, el llanto, la música, etc. son formas de expresar lo que sentimos o queremos decir; el aprendizaje no está en un solo lugar pues de todo lo que nos rodea se aprende y, en este caso, por qué no aprender de nuestro territorio etnoeducativo, que está lleno de diversidad gastronómica, cantos, bailes, ritos, costumbres, instrumentos musicales, vestuarios, dialectos, enseres que hacen parte de nuestra cultura y corazones henchidos de orgullo.
A diario vemos cómo muchas costumbres se pierden con los años o toman menos fuerza en sus entornos; esto hace que perdamos identidad, reconocimiento, nos aleja de nosotros mismos, llevando a que nuestro ser se adapte poco al entorno. Es por esto que el proyecto etnoeducativo Aprendo de mi entorno fue una invitación a que los niños y niñas de cuarto grado de la Institución Educativa San José conozcan su entorno, que lo apropien, que lo compartan y nunca dejen acabar su esencia que está en todas partes, en especial en nuestros ancestros que con sus voces reviven nuestro pasado y alimentan nuestro futuro.
La etnoeducación se puso en marcha en este proyecto, dado que llevó a los discentes a la apropiación de su entorno, pero sobre todo a querer escribir y leer lo plasmado; porque lograron darse cuenta que si no plasmamos lo que somos, nadie lo va a hacer por nosotros y vamos a seguir siendo invisibles a los ojos del mundo.