Resumen:
Esta Investigación-Creación Estética Crítica, parte de asumir la memoria personal y colectiva como lugar de enunciación, la cual
no se agota en la dimensión humana sino en la territorial, lo cual no significa llegar su final. Continúa, se amplía, es el infinito
tejido de las comunidades originarias, sus historias individuales y colectivas, entendiendo que lo humano es necesariamente
hijo de su territorio. Pone en tensión las relaciones culturales que contienen las infinitas vivencias en relación a los territorios
habitados por mi familia. Las situaciones de las migraciones, la ascendencia indígena y campesina, más la decodificación y
re-codificación de la información que queda registrada en la piel del Gran Kauca, en la de mi familia y en la mía. Ascienden
a la categoría de referentes teóricos y prácticos, primero, el pueblo Nasa que habita en la frontera entre lo que hoy llamamos
Departamentos del Huila y el Cauca; así como, el inicio, el desarrollo y el fin del conflicto armado colombiano contemporáneo. En
consecuencia y desde la interpretación espiral del tiempo de mi pueblo, mi historia se encuentra cercana a las zonas marginales
que son la frontera entre el campo y la ciudad; al camino recorrido, a “mi modo”, por la estética y el arte como forma de integración
de sensibilidades subalternas críticas, así como las prácticas que son su origen; la búsqueda de la sanación desde el encuentro
equilibrado/sano con lo marginalizado y excluido, para pensarlo y practicarlo como mundo alterno crítico y posible respuesta a la
colonialidad, agenciada por la modernidad en este lugar concreto de América Latina.
Los elementos para iniciar este recorrido oscilan entre la práctica y la experiencia cotidiana, valga la redundancia, de la cotidianidad
de algunos barrios populares de la ciudad de Popayán, conjugada con la necesidad de la voluntad de vivir aprendida en cada
escenario habitado, potenciado y expuesto en la formación en artes. Para comenzar a tomarse en serio y dar flujo en mi vida y
en los colectivos, que se han acompañado, de integrar las prácticas, que, en términos reales, están al servicio de la vida de cada
escenario y que a la vez son víctimas del racismo estético. Caminando, desde allí, hacia formas de vida decoloniales y cercanas
al buen vivir.